ACERCARSE AL AUTISMO DE OTRA MANERA (II)
¿Para qué sirve la ecolalia y el hablar en tercera persona?
ANTONIO GARCÍA CENADOR. PSICOANALISTA
Quienes tratan con sujetos diagnosticados de autismo, sea por razones profesionales o familiares, conocen que, cuando hablan, estos niños no usan el pronombre yo y se refieren a sí mismos como si se tratara de otro. Por ejemplo: Vicente, no dice: yo (voy) al parque, sino: Vicente (va) al parque.
Otra característica de su modo de hablar es la ecolalia: Repiten frases que han oído, pueden recitar poemas, canciones, fragmentos de conversaciones de la televisión o de la radio, ect.
Su entonación suele ser monótona, desprovista de afectividad. Se echa en falta la implicación personal en lo que dice.
Eludir la implicación subjetiva no es exclusivo del sujeto que padece autismo. Recordemos el : se dice, me han dicho, he oído, me cuentan, como diría mi abuelo, tengo un amigo que dice,…Cuando hablamos en estilo indirecto cargamos la responsabilidad de lo dicho sobre otro, nos borramos como sujeto.
Hay personas que son grandes conversadores si se trata de un tema que no les atañe; pero enmudecen si la ocasión requiere hablar de sí mismos o pronunciarse sobre algo.
Obviamente, hay diferencias entre el habla del autista y la de aquellos que no lo padecen; pero el resultado es el mismo: el sujeto no se hace cargo de lo que dice; es otro. Pueden alegar el adagio latino: “Relata refero”.
Frente a estos fenómenos, que son predominantes, encontramos en los sujetos autistas un acto de habla que sorprende a los padres y educadores. Se trata de lo que algunos investigadores - empezando por Leo Kanner – han constatado: En situaciones de tensión los autistas hablan “de verdad”. Un paciente, muy apegado a un xilófono, le gritó a su prima que lo había cogido: “¿Qué haces con mi xilófono?”. La sorpresa de los familiares fue enorme pero el niño se angustió mucho tras hablar “de verdad”.
La conclusión es clara: Para los autistas y también para algunas personas que no padecen autismo, aunque en menor grado, responsabilizarse de lo dicho, angustia. De modo que, eludir esa responsabilidad, es una forma de protegerse contra la angustia.
Zum Bearbeiten hier klicken.
ACERCARSE AL AUTISMO DE OTRA MANERA (III)
El sujeto autista: un trabajador incansable.
ANTONIO GARCÍA CENADOR. PSICOANALISTA
La imagen que nos hacemos de un sujeto autista es la de alguien aislado, que ha roto todos los vínculos que le podrían unir a sus semejantes: no mira,
no escucha, no responde y, algunos permanecen en un mutismo radical.
Rechazan los cambios por mínimos que sean. Leo Kanner lo enunció como la decisión de que todo permanezca inmutable.
Esto es así. No obstante sería erróneo concluir que el sujeto se conforma con esta actitud de rechazo. Al mismo tiempo trabaja para encontrar la manera,
la suya, que le sirva para restablecer los vínculos.
Siempre hay en cada sujeto un resquicio que, si los adultos (padres, profesores, terapeutas) saben reconocer y aprovechar, permitirá la creación de
un nuevo lazo con él.
Desde la perspectiva de la reeducación se le imponen al autista toda una serie de tareas y ejercicios, que tienden a erradicar lo que consideran
conductas inútiles y antisociales como las estereotipias y los rituales, ignorando que tienen la función de aplacar su angustia. (¿Serán inútiles y antisociales los
rituales de un famoso deportista?).Si nos tomamos la molestia de observar al sujeto, vamos a captar que, bajo determinadas condiciones, propias de cada niño,
se abre un resquicio que facilita el establecimiento de un vínculo. Iván, de 5 años, cerró los ojos y se los tapó con la mano, cuando –en la primera entrevista –
su terapeuta encendió la luz. El terapeuta la apagó. A este gesto del terapeuta, respondió Iván con una sonrisa y una mirada. Este es el resquicio que su
terapeuta supo cuidar porque suponía el inicio de un vínculo.
Hay que saber que sólo consienten el establecimiento de un nuevo lazo cuando están seguros de que no se van a encontrar con el capricho o la demanda masiva.
Tienen predilección por determinados objetos. Sabemos que si se los quitamos se enfurecen y se angustian. Esta reacción nos habla del valor de dichos
objetos para el niño en cuestión. Le sirven, por ejemplo, para soportar un cambio de actividad o de lugar.
¿En nombre de qué nos autorizamos para despojarle de una de las soluciones que ha encontrado?
Click here to edit.
CAMBIOS EN LA FAMILIA: CONSECUENCIAS
ANTONIO GARCÍA CENADOR. PSICOANALISTA
El 13 de Mayo de 2011, Marie Hélène Brouse impartió una conferencia en León, bajo el título: CAMBIOS EN LA FAMILIA: CONSECUENCIAS.
MHB introdujo el tema destacando que junto a la familia nuclear hoy tenemos familias de hecho, monoparentales, recompuestas, homosexuales…
La cuestión es ¿Cómo se viven estos cambios?
No hay gran diferencia; la familia normal también tiene síntomas. Por otra parte la familia sigue fuerte como refugio económico y psicológico de los hijos y del mantenimiento del lazo social.
¿Qué podemos decir de estos cambios simbólicos?
Lacan señaló que el Nombre del Padre, la ley, no siempre ha coincidido con el padre real. El cambio está en que la organización jerárquica ha perdido peso. La ciencia y el poder del capitalismo han cambiado el orden simbólico: vivimos bajo el imperio de los números, la medida, la estadística. Hoy se mide todo, hasta la felicidad. Todo se reduce a la cantidad.
El imperio de la NOMINACIÓN ha caído y en el lugar de la interdicción tenemos lo posible y lo imposible. A modo de ejemplo, MHB señaló que hoy no se les dice a los niños que algo está prohibido con independencia de si es o no posible.
En la actualidad, únicamente la religión sostiene el Nombre del Padre y se opone al número y al protocolo.
El orden de hierro de lo social es el protocolo. Las personas no son cuidadas, son tratadas como un producto que hay que gestionar. El protocolo ocupa el lugar de la ley.
Estos cambios en el orden simbólico tienen efectos en la organización familiar: Legalmente, el padre y la madre están en plano de igualdad, igualdad de funciones. Esta igualdad es lo que se nombra con el término PARENTALIDAD. De esta igualdad se deriva la disociación de funciones entre padre y madre, hombre y mujer.
Se promueve el concepto de individuo como usuario de funciones, es decir, consumidor. Por ejemplo: Facebook es una red de relaciones entre individuos usuarios y consumidores, por medios tecnológicos. Lo que organiza los lazos sociales son los individuos.
Respecto al cuerpo se promueve la distancia. Baste recordar que la habitación destinada a los niños comienza en el s. XVIII con el capitalismo.
Todo está permitido en el terreno sexual, si hay consentimiento mutuo. Por eso, lo único que está prohibido es la pedofilia, porque el niño no puede dar su consentimiento. Es esto lo que lo diferencia del adulto.
El niño es también un objeto de consumo. Se compra un niño, se compra un ovocito, un espermatozoide, se calcula su precio. Realmente, hay un mercado del niño.
Lo que la ciencia puede hacer ( recordemos que no rige la interdicción, que se trata de lo posible o lo imposible) se hace. La ciencia produce un real que no para; y la ley no lo puede detener.
El niño es un individuo y un objeto común que se compra. Tampoco la familia escapa a la contabilidad.
A modo de conclusión, MHB señaló algunas consecuencias clínicas:
- Se ha producido un desarrollo del Superyo, en contra del Ideal del Yo, de las identificaciones constituyentes del sujeto, lo que nos lleva al imperativo de goce.
- En consecuencia, las patologías que más se desarrollan son las adicciones, la bulimia, la anorexia y la depresión como efecto del Superyo que exige satisfacción sin pérdida.
- La respuesta histérica a este imperativo viene por el lado de la privación. La no satisfacción.
- Marie Hélène Brouse concluyó con esta fórmula: A más goce, menos deseo.
En el coloquio, la conferenciante denunció la psicologización del profesorado, en detrimento de su función de enseñantes que definió como la trasmisión del deseo de saber.
LAS ADOLESCENCIAS DE LOS PADRES
ANTONIO GARCÍA CENADOR. PSICOANALISTA
El título (ADOLESCENCIAS POR VENIR) anuncia una de las ideas fuerza que encontrarán en el libro que presentamos.
Adolescencias - en plural - remite a los avatares peculiares de cada uno para responder a preguntas inéditas: ¿Qué es ser un hombre?, ¿Qué es ser una mujer?, ¿Cómo arreglárselas con el amor, el deseo y el goce?, ¿Qué hacer en la vida?
No encontrarán aquí respuestas protocolares, válidas para todos y, por ello, para nadie.
Los adolescentes, a pesar de lo que parece, no quieren ser comprendidos. Se enfurecen cuando se les comprende. Cuando se les dice: yo sé lo que te pasa y, a continuación, se les suelta la explicación.
“Cuando mi deseo es una incógnita, cuando no sé lo que quiero, no hay nada más irritante que aquellos que dicen saber en mi lugar”.
Y, sin embargo, en la actualidad nos encontramos con lo que he nombrado como un saber tsunami. Se ha producido una inundación de saber psicológico, con el añadido de que padres y educadores se consideran obligados a embalsar la mayor cantidad de ese saber estandarizado, igual para todos, que habla de un niño o de un adolescente ideal que, precisamente por ser ideal, no existe.
Este saber tsunami está constituido por respuestas estándar, que hablan de un constructo y también por respuestas en las que están implicados los padres y los educadores, que – a veces – olvidan que también ellos tuvieron que responder a las mismas preguntas y quizá no lo hicieron bien, quizá no siguieron su deseo.
Así, la intromisión de una madre en los amores de su hija, cosa que acarreaba bastante malestar a ambas, se pudo resolver cuando la madre comenzó a hablar en su análisis, de su posición de sometimiento frente a su marido. Era precisamente este aspecto (el sometimiento) el que no soportaba en la actitud de su hija.
De ahí que, cuando los padres y educadores se analizan, los beneficiados no son exclusivamente para ellos. También recogen los frutos quienes conviven con ellos, aunque sólo sea porque aquel que se analiza se hace cargo de sus problemas y no los echa sobre las espaldas de sus hijos o de sus alumnos.
Pero, ¿qué sucede si nos atenemos a los postulados de ese saber tsunami?
En cuanto el adolecente presenta un problema, se abren las compuertas de ese saber empantanado y se produce la inundación: padres, profesores, pedagogos, las amigas… diagnostican, aconsejan, pronostican, profetizan,…injurian, abroncan, le hacen responsable del malestar familiar. Estruendo ensordecedor que le inunda y del que en el mejor de los casos – se defiende aunque no sea de la buena manera.
El adolescente se encuentra con que todos saben por qué hace o no hace y, además, saben cómo adiestrarlo, adaptarlo, rehabilitarlo, reformarlo.
¿Alguien ha pensado que el adolescente tiene algo que decir, que tiene un saber personal?
Interesarse por lo que él sabe, darle la oportunidad de decirlo y de responsabilizarse de su palabra, es la manera de que el sujeto no perezca ahogado en esta inundación.
Poder interesarse por lo que el adolescente tiene para decir, escucharle, exige de los adultos la aceptación salutífera de que no son dueños del saber y de que también ellos tienen problemas.
UN SABER SUNAMI
ANTONIO GARCÍA CENADOR. PSICOANALISTA.
“Me hincharon, con su voz, como un globo y por más que me vacié sigue siendo a ellos a los que oigo”. (S. Beckett)
Es un hecho – aunque pase desapercibido – que los seres que hablamos, “somos hablados”. De cada uno de nosotros se han dicho muchas cosas: elogiosas y despectivas. Se nos ha hecho saber qué se espera de nosotros, qué somos para nuestros padres. ¿Somos valorados, dignos de ser amados, un estorbo, un cero a la izquierda, un banco de órganos para el hermano enfermo, el báculo de su vejez, aquel que reemplazará al hijo muerto, la moneda de chantaje en los divorcios,…?
“Ser hablados”, con todas sus consecuencias- positivas y negativas – es necesario para que el infans ( el bebé que aún no habla) acceda al lenguaje y entre en el mundo humano, en el orden simbólico. Pero…hay que hacer un hueco para lo que el niño tenga que decir.
Lo preocupante es que dicho hueco es cada vez más reducido. Habrán observado que se ha producido una inundación del “saber psicológico” con el añadido de que padres y profesores se consideran obligados a embalsar la mayor cantidad de ese saber estandarizado, igual para todos, que se refiere a un niño ideal que – precisamente por ser ideal – no existe.
Y, ¿qué sucede cuando un niño tiene problemas?
Se abren las compuertas del saber empantanado y se derrama – cual sunami – sobre el niño. Padres, profesores, psicólogos, pedagogos, las amigas … diagnostican, aconsejan, pronostican, profetizan,… injurian, abroncan, le hacen responsable del malestar familiar. Estruendo ensordecedor que le inunda y del que – en el mejor de los casos – se defiende aunque no sea de la buena manera.
El niño se encuentra con que todos saben por qué hace o no hace y además saben cómo adiestrarlo, adaptarlo, rehabilitarlo, reformarlo.
¿Alguien ha pensado que el niño tiene algo que decir, que él tiene un saber personal?
Interesarse por lo que él sabe, darle la oportunidad de decirlo y responsabilizarse de su palabra, es la manera de que el sujeto no perezca ahogado en este baño por inmersión.
Poder interesarse por lo que el niño tiene para decir, escucharle, exige de los adultos la aceptación de que no son los dueños del saber, que también ellos – los adultos – tienen problemas. Cuando un padre o un profesor se psicoanaliza, no sólo se beneficia él; también alcanza este beneficio a sus hijos o a sus alumnos: no los cargan con sus problemas, ni “descargan” sobre ellos.
USUARIOS Y CONSUMIDORES HIPERACTIVOS
Antonio García Cenador. Psicoanalista
“La cuestión es –dijo Alicia-, si Vd. puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas distintas.
_ “La cuestión es- dijo Humpty-Dumpty- saber quién es el Amo aquí. Eso es todo”.
La época que nos ha tocado vivir está regida – no por ideales- como sucedía a principios del siglo XX, sino por el imperativo de gozar. Esto conlleva el rechazo de todo sufrimiento, de toda falta, de toda pérdida, de todo inconveniente, llegando a la paradoja de que los sujetos se consideran culpables porque no alcanzan la felicidad, que esta ideología presenta como un derecho.
Según esta ideología todo es posible, todo se puede conseguir. El mercado ofrece remedios específicos e inmediatos para cada malestar. Sólo hay que exigirlos porque los consumidores tenemos derecho; y, además, que sea algo rápido; y, además, que no nos tengamos que implicar.
No hace tanto tiempo, (allá por los años 60), en el campo de la salud - mental o no – se hablaba de médicos y pacientes. Hoy se acabaron los pacientes, no está bien visto reconocer el padecimiento. Hoy somos usuarios y consumidores.
Ahora bien, usuario y consumidor son términos del mercado. En el mercado está la oferta, la demanda y el marketing cuya misión es ampliar la demanda. En este sentido, se ha puesto en marcha un método perverso, consistente en transformar los sinsabores habituales de la vida, en patologías.
Esto se lleva a cabo, principalmente, en el ámbito de la llamada “salud mental”. Baste como ejemplo que el DSM IV eleva a 297 el número de trastornos psiquiátricos.
Me permito recomendar el libro La invención de los trastornos mentales (1). Los autores, dos profesores de la Universidad de Oviedo, demuestran cómo a pesar de que la comunidad científica está de acuerdo en que no hay bases biológicas de los llamados trastornos mentales, las hipótesis biológicas están profundamente arraigadas gracias a las campañas de publicidad, a las Guías para profesionales, ect.
Quiero dejar clara la diferencia abismal entre ciencia y lo que voy a llamar la ideología de las enfermedades mentales que usa el calificativo científico a modo de maquillaje.
Esta ideología, disfrazada de ciencia, “conduce a la irresponsabilidad y a la inimputabilidad penal, pues es la enfermedad la que gobierna las accio0nes, las inhibiciones, los pensamientos, las apetencias, resultando de ello que el enfermo no es otra cosa que un títere…”. (2)
La hiperactividad, diagnóstico de moda en la infancia y la adolescencia y que ya amplían a la edad adulta, es un buen ejemplo de los estragos que produce la ideología “cientista”; no confundir con ciencia.
Desde los años 20 del siglo pasado se optó por una concepción neurológica y se generalizó el término hiperactividad, que inicialmente designaba los trastornos y las secuelas de la encefalitis. Aquí sí, la hiperactividad es un efecto de una causa orgánica.
¿Cuál es el deslizamiento?
Se atribuyó la impulsividad, la hiperactividad y la inatención, a una “lesión cerebral mínima” (Straus, 1947). Como no pudo demostrarse, la supuesta lesión pasó a denominarse “disfunción cerebral mínima” (Conferencia de Oxford, 1962). (Wender y Eisenberg, 1974).
Aquí ya no se habla de lesión sino que se postula la hipótesis de un trastorno metabólico asociado a factores genéticos.
Hipótesis nunca confirmadas. Pero no impide a los “cientistas” funcionar como si se hubieran validado, alegando “la esperanza de inminentes y definitivos hallazgos”. ¡¡¡Pura ciencia!!!
¿Dónde está el sujeto?
La práctica que se deriva de estas hipótesis etiológicas, se caracteriza por la observación. Mediante cuestionarios, los padres y los profesores registran las conductas y luego se les da un tratamiento estadístico.
Reitero ¿Dónde está el sujeto? ¿Alguien se ha interesado en el sufrimiento de estos niños y adolescentes? O, ¿Acaso pensáis que un niño que padece todos estos fenómenos se encuentra bien? O ¿Preferís despachar el asunto juzgándolos de insoportables, desobedientes y prediciendo para el futuro toda clase de desastres?
Las preguntas clínicas son: ¿Por qué hace eso? ¿En qué está interesado? ¿Qué acapara su atención? ¿Qué le preocupa? ¿Qué le angustia?
Y así, de modo diferente para cada sujeto. Tomando en serio lo que tenga que decir, tomando en serio su palabra, acompañándole en la búsqueda de la salida que cada uno encuentre para sus problemas. Todas diferentes. Por supuesto.
Notas:
(1) HECTOR GONZÁLEZ PARDO Y MARINO PÉREZ ALVAREZ: La invención de los trastornos mentales. (2008) Alianza Editorial.
(2) JOSÉ MARÍA ALVAREZ: La invención de las enfermedades mentales. (2008) Gredos.